21 ago 2013

Tenía que pasar como siempre. Hora 22:59 que llegue el patético minuto en el que se te freno el reloj, en el que te sentís entre la espada y la pared, esos minutos patéticos que se disfrazan de horas interminables. El momento en que lees la pantalla del teléfono y automáticamente te brotan las lagrimas de los ojos.
Los sesenta segundos mas largos de toda tu vida en los cuales se te mezcla el corazón con la cabeza y el cerebro no deja reaccionar tus piernas y no sabes para donde correr..
El momento exacto en el que te sentís perdida.

Cuando te miras al espejo y te preguntas en voz alta ¿Qué pasa?
Y termina sucediendo lo que jamás pensaste que sucedería.
El momento de tirar la moneda para ver si sale cara o seca. 

Para tomar esa decisión tan difícil que no podes tomar por vos misma y pretendes que una insignificante moneda de cincuenta centavos te diga que es lo que tenes que hacer. 
Cuando ni ya los consejos de tus mas queridos te sirven, cuando sentís que todo de una vez empieza a cobrar sentido.
Te quedas sentada, envuelta en tus silencios, observando el primer round entre tu corazón y tu cabeza. 
Entre lo que queres hacer y lo que debes hacer. Entre lo que es lo mejor para vos y lo correcto para el resto.
De repente el reloj marcó las 23:00 y el primer round había terminado. 
Por fin decidiste terminar la pelea y seguir a lo que te haga sentir mas segura.
Mientras en la tribuna tu cabeza te dice a gritos que salgas corriendo y del lado contrario tu corazón te susurra que te quedes.
Cuando te terminas de dar cuenta que la espada no tiene filo y la pared es un frágil papel mache, cuando te das cuenta que tu cabeza ya no carbura y todavía tu corazón sigue iluso susurrándote cosas al oído.
Tenes a tu satan interior en el hombro izquierdo y a tu angelito en el derecho.
No sabes a quién escuchar
Te volves loca
Pensas que todo se te desvaneció de las manos como un castillito de arena en la punta de un muelle con marea alta. 
Y marcan las 23:01 minuto en tu teléfono. 
Desaparece tu satan y tu ángel.
Quedas solo vos y tu patético silencio, mientras escuchas muy por lo debajo a tu estúpido corazón que sigue susurrando que
no te vayas.
Optando por tomar la mejor decisión de tu vida que es escucharlo y hacerle caso, y remar con un sorbete de plástico en un mar de dulce de leche, con un solo brazo, por que en el fondo, muy muy en el fondo, estás completamente segura de que 
vale la pena. 

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